Aparecen “okupas” en la zona de El Toro

Según hemos podido saber en la calle Bellavista de El Toro hay unos “okupas”, desde hace unas semanas, en una casa de esa calle.

 

Según parece, han roto la verja y la cadena, y para entrar han forzado una puerta. Este hecho ha causado temor entre los vecinos, por desconocer quienes son los intrusos, sus intenciones y por si cunde el ejemplo y se producen más ocupaciones en la zona.

 

A esto se suma la oleada de vandalismo, con la calle Neptuno como una de las más afectadas, los vecino solicitan que si alguien ve algo anormal por la zona, se avise de inmediato a la Policía Local o a la Guardia Civil.

 

 

EL FENÓMENO OKUPA SE PROPAGA POR LA ISLA

"No puedes dormir, la ansiedad te come y el temor de que vaya a peor es inevitable". Es el testimonio de Miguel, un vecino de la calle San Cristóbal de S'Arenal después de tres años de calvario con okupas en uno de los pisos de su edificio. Un fenómeno, el okupa, que no cesa en todo el país y menos en ciertos núcleos de la isla.

 

La localidad de Miquel es una de los más afectadas. Concretamente, la zona limítrofe entre Palma y Llucmajor. En ese enjambre de calles, los casos se suceden. Calle Milán, San Cristóbal, Trencadors... Familias enteras pegan la patá en viviendas, principalmente de los bancos, y se meten indefinidamente.

 

"El problema es que generan ruidos, suciedad y peleas. Si fuesen personas civilizadas que no crean problemas y se cuelan en casas sin habitar porque no tienen recursos, lo entendería, pero en S'Arenal no es el caso", prosigue Miguel. Él tuvo a un grupo de etnia gitana durante 36 largos meses en el piso inmeditamente superior al suyo y recuerda aquella época como "una pesadilla". "En verano sobre todo, fue difícil de llevar. Con el calor no nos quedaba otra que dormir con las ventanas abiertas y cuando llegaban a las tantas armaban muchísimo escándalo. Teníamos que dormir de día".

 

En una de las perpendiculares, en la calle Trencadors, Mario asiste todos los días a escenas lamentables delante de su casa. "Hay cuatro o cinco plantas bajas ocupadas, los niños están todo el día en la calle, sin ir al colegio, todos se comunican a gritos, sacan la basura cuando les da la gana y la dejan a un metro del contenedor, cuando éste está vacío..." Un rosario de molestias que se vuelven inaguantables cuando es día sí, sía tambien. "Lo que más nos molesta es la impunidad. Nadie les dice nada y tú no vas a ser el listo que te metas en problemas".

 

En la calle Milán, más de lo mismo: un edificio entero lleva años con familias gitanas. "Yo he optado por llevarme bien con ellos y no llamarles la atención porque tengo miedo de represalias. Son muchos y sabemos a qué se dedican, yo he visto con mis propios ojos cómo trapichean", reconoce Joan.

 

Desde la Policía Local de Llucmajor informan que en el pasado medio año, han sido requeridos en tres ocasiones por entrada de okupas "y en las tres conseguimos frenar el proceso, al impedir el asentamiento", indica el jefe, Sergi Torrandell.

 

En Palma, Marratxí o Sa Pobla también se extiende el fenómeno. En barrios de la capital, como Son Gotleu o Foners la okupación es el pan de cada día. "Tardas bastante en echarlos pero cuando lo consigues, es evidente que se irán a otra casa a hacer exactamente lo mismo. Esta gente no sabe ni quiere vivir de otra forma", indica María, una vecina de Foners que ha sufrida durante dos años las amenazas de una familia de etnia gitana. "Te retan a que llames a la Policía porque saben que no harán nada y encima se ríen en tu cara", lamenta.

 

En Marratxí, multitud de chalets han sido asaltados por familias enteras, acabando con la paz vecinal y el civismo en la zona. En el Pont d'Inca Nou, los vecinos han tenido que organizarse "ante la inacción del ayuntamiento" y reconocen que, después del aluvión mediático al que se vieron sometidos -con periodistas y cámaras de televisión preguntándoles- "intentan pasar un poco más desapercibidos, evitando ruidos, fiestas y peleas", cuenta Rafel, uno de los afectados.

 

LA LEGISLACIÓN

Según la legislación vigente, si, de algún modo, se consigue demostrar que los okupas llevan en el piso menos de 48 horas, la Policía puede desalojarles sin orden judicial, pero siempre y cuando logren entrar en la vivienda, lo cual casi nunca sucede. Sin embargo, una vez okupada la vivienda, es muy difícil echarles. Los propietarios tardan hasta tres años en recuperar su casa.

 

Por ello, ante este estado de alerta constante, muchos han la "picaresca del propietario" y se preparan para que, de llegar a casa y encontrarse la vivienda okupada, no denunciarán y esperarán con un cerrajero a que los okupas salgan de su propiedad para cambiarla otra vez. "Te quedas en casa y cuando estas personas intenten volver a entrar, se les denunciará por allanamiento de morada", explica un vecino de esa misma calle, que prefiere no desvelar su identidad "porque en este país, se persigue más a quien te roba tu morada que a quien la protege".

 

Pero para los que no les baste la picaresca y no tengan suficiente paciencia y estómago, existen nuevas -y controvertidas vías- para recuperar la propiedad okupada. Se llamas Desokupa, una empresa de seguridad especializada en usurpaciones de pisos ante el crecimiento desmesurado de este método. Daniel Esteve, director de seguridad, explica a este digital que su actividad se concentra principalmente en Madrid, Barcelona y Málaga pero que en Balears también han actuado en seis o siete viviendas. "Todas, de extranjeros. De gente que tiene un chalet en las islas y cuando va a pasar unas vacaciones, se la encuentra ocupada". Esteve reconoce que sus servicios no son lo suficientemente conocidos en el archipiélago como en otros puntos del país pero afirman que desembarcarán este mismo año. "Recibimos más de 60 llamadas al día", y advierte que "tal y como está la ley a día de hoy, cada día tendremos más trabajo".